7.17.2020

THINKING OUTSIDE THE BOX

Para diferenciarme de otros diseñadores, en cada reunión entregaba mi tarjeta de presentación de plástico transparente, confiado en su durabilidad y sobrevivencia entre los enseres del potencial cliente. Con el tiempo me fui enterando de sus múltiples usos: para abrir la puerta de un departamento luego de la pérdida de la llave; para subrayar o marcar un libro; para dosificar unas líneas de cocaína; para rascarse la espalda; para quitar la escarcha matinal del parabrisas del auto; para raspar cartones de juegos de azar; para quitarse el esmalte de uñas o rebajar la cutícula, entre otros usos aún más extraños.

Cada día me enteraba de nuevos usos de mis tarjetas, pero seguía sin conseguir clientes.

8.22.2017

INSOMNIO

Así como en el box se espera que alguien tire la toalla, en esto se espera que amanezca. La oscuridad es el adversario al que es imposible acertar un golpe. Parece estar en todo, lo invade y domina todo, pero en realidad no está allí. No importa lo que hagas, nunca estarán allí ni siquiera sus grises, pues es demasiado humano como la palabra miedo. Luego no nos engañemos: el sepia no es un color, es sólo huella de recuerdos, de recuerdos donde no estarás.

Por ahora, prometeré en vano que la toalla estará mañana en su lugar. Con toda mi incertidumbre lo quiero así.

12.26.2016

DEFINIENDO

No moriré de viejo: desapareceré repentinamente en tránsito, en una carretera cuya linealidad dejará de parecer infinita. Sólo me haré sombra del sueño sin sueños, del cielo hueco, del alfiler. No moriré de viejo: me reconstruiré cansado de mí mismo, me recordarán por azar.

11.07.2016

LUCHA DE CLASES

Antes de la tocata de los Fiscales ya habíamos acabado con las anfetas que eran para toda la noche. Más que frustración, el estado de todos era de ansiedad. Jorge seguía sin sacarse de encima el tema de tribunales, Jaime venía de dormir en el cuartel policial “por error de procedimiento”, y Tita sin volver a la casa de sus padres hace más de una semana. Es cierto que con los Fiscales habíamos descargado endorfinas y rabia, pero faltaba tocar otros límites para completar la noche.

Los proyectos hasta ese momento eran profanar el templo más cercano o asustar a algún pituco ebrio con el fierro que cargaba Jorge. Lo primero parecía tan pelotudo como canción de los Ramones y lo segundo pelotudo en sí mismo. Pero igual había que hacer algo. Era viernes.

Hay que reconstruirse a lo Artaud: vivir desde el no ser de la carne, decía Tita, con la autoridad que le daba a su discurso el puto año que estuvo en la universidad. Sólo buscábamos un trozo de ultraviolencia, citando a Burgess. Luego de la tocata logramos conseguir unos jales que nos mantuvieran de pie.

Después de la discusión sin sentido que tuve con Jaime, no recuerdo nada más. Sólo puedo citar algunos destellos de conciencia de que me golpeaba ese tipo alto y rubio que no paraba de maldecir mientras yo caía sobre la vereda.

Luego, aparece  Jorge con la mirada perdida diciendo en voz baja como para sí mismo: “hagámosla corta”, extrae el fierro desde su mochila, apunta a la cabeza, apreta el gatillo, y la estúpida víctima – el tipo alto y rubio que me había golpeado- salpica de rojo el pavimento.

12.10.2015

VIAJE DEFINITIVO

Aprende a respirar conjugando monosílabos.
            Aprende a saltar cerrando los ojos.
            ¿Sigues aquí?

Cuando llego lo primero que me cuenta mi padre es que los pasajes a Santiago subieron de precio, al doble de la tarifa habitual, tipico de fin de semana largo, más si se trata de fiestas patrias como ahora. Me cuenta que luego le comunicaron que todos los pasajes para el día viernes o jueves en la noche se habían agotado, por eso se tuvo que devolver al hospital.

Su relato me hace recordar aquella vez que siendo estudiante universitario debí viajar un fin de semana similar y terminé “haciendo dedo” a la salida norte de Curicó, frente al restorán Soler, ese de los inolvidables lomitos servidos al plato. Estaba a punto de llover y nadie me llevaba, hasta que caminé hacia una “picada de camioneros” y esperé que fueran saliendo hacia el sur para “hacerles dedo”. Nadie paraba… salían y salían pero ninguno me llevaba, parecía que ni siquiera me miraban. Luego noté que una mujer, rubia no natural, bajaba de un camión y se subía a otro. Ahí me dí cuenta que el gran espacio utilizado como estacionamiento era lugar de ejercicio de prostitución. No me quedó otra alternativa que hablar con la rubia -que de cerca se veía mucho mayor, muy desgastada- para que me recomendara con un camionero y este me llevara. Mientras recuerdo miro por la ventana: unos viejos árboles con sus hojas agitadas por el viento y el cielo nublado detrás. No le cuento la historia a mi papá, pues en su estado no le causaría gracia y, más aún, creo que no la comprendería.

Hace mucho calor en este lugar, estoy sólo en camisa pero transpirando. Para abrir una conversación le preguntaré acaso sabe algo de Juan Carlos, el último chofer que tuvo en el bus Marcopolo y que al cerrar el giro tuvo que indemnizar con el mismo bus. (Por lo que sé, ahora trabaja el recorrido hacia la costa). Le pregunto sobre Juan Carlos, pero con un gesto me da a entender que no se acuerda de él.

Complicado es tener una conversación con mi padre, ya no es el mismo hombre de hace un par de años cuando celebrábamos sus noventa años. Creo que tampoco se acuerda del accidente de mi madre, pues me pregunta si hoy vendrá a visitarlo. La espera. Las enfermeras me dicen que de noche, entre insomnio y somníferos, la llama. Mi padre me cuenta que cuando ella llegue le encargará ir al terminal a comprar los pasajes a Santiago, pues él no puede bajar de la cama a causa de que sus piernas ya no le responden. No sé si es exactamente eso lo que balbucea, es lo que yo interpreto.

Cuando niño me encantaba ir al terminal de buses, más ir con él y acompañarlo en el recorrido cuando era todavía chofer. Creo que desde siempre sólo me he sentido libre viajando, en tránsito, en carretera. El trato de él con los choferes era muy cercano, de compañerismo. Ellos lo trataban siempre con mucho respeto, eran hasta cuarenta años menor que él. Siempre tuvo suerte al elegirlos, todos fueron responsables. Sólo recuerdo los problemas de Juan Carlos, que no aparecía a veces a la salida de medianoche porque no había pagado la pensión de alimentos y debía pernoctar en el “hostal de gendarmería”, como decía mi papá. Esa salida -la de medianoche- era la primera en llegar a Santiago, tipo siete de la mañana, la que permitía encontrarse con la magia del amanecer.

Observo a mi padre: su mirada perdida ha dado paso al cierre de sus empequeñecidos ojos. Duerme profundamente a pesar del ruidoso ambiente. Me marcharé. Volveré mañana a visitarlo. Ha perdido la noción del tiempo que lleva hospitalizado. Es mejor así. A veces yo también olvido cuanto tiempo lleva allí.

10.21.2015

FINISTERRE

Cuando llegan, luego de estrechar su mano y de las respectivas presentaciones, te saludo con un beso en la mejilla y te pregunto al oído "¿ya te lo agarraste?" Te sonrojas, a pesar de todo esto sigues siendo recatada. Esto me hace dudar un poco de tu motivación, pero ya estamos en esto. Un par de palabras y compartimos un aperitivo, tu bebes agua mineral sin gas, sentada en el sofá junto a él.

Me cuentan que la comida estuvo bien, con conversación desordenada, lo que siempre pasa cuando personas que ya no comparten ni compartirán un destino común se juntan. La conversación en esos casos se pasea entre recuerdos trasnochados o tratar de rearmar un paraíso perdido, entre los que quieren reencontrarse con un pasado difuso y los que buscan dar señales de un presente exitoso.

El tiene buen aspecto, rostro amigable y armónico vestir. En otro tiempo no hubo espacio para conocerse más, pero se ve que hoy pudieron compartir recuerdos y señales, hay relajo en la conversación. La tensión está en pensar en lo que viene, en las dudas de acaso él ha entendido bien la propuesta, su racionalidad y duración.

Después de terminarnos una botella de espumante, del que ella probó solo media copa, él saca una porción de cocaína desde su bolsillo y me ofrece probarla. Mientras la pruebo él comienza a besarla, cuando es su turno de drogarse yo también la beso sentados en el sillón, luego él se acerca y la acaricia partiendo desde la cintura, continuando por sus muslos. Ella lo disfruta, aunque sigue algo inhibida. No hay que forzar el momento, debo relajarme, relajarla, dejar que esto fluya al ritmo de ella.

Quitamos toda prenda de vestir a ella, para luego desnudarnos nosotros, los hombres. Ella frota nuestros miembros, uno en cada mano, mientras tanto él la besa en la boca y yo acaricio su blanca piel. Me gusta mirarla. Esta fantasía ya no lo será más: pronto será un recuerdo, un recuerdo como haber viajado a Machu Picchu o lo aventuroso de la compra del Mustang hace dos años. Una muestra de complicidad.

Estamos sobre la cama. Mientras acaricio sus glúteos y mantengo el miembro entre sus piernas, beso su espalda, mordisqueo su cuello. Ella manipula el miembro circuncidado de él hasta llevárselo a la boca, a ratos se le dificulta respirar pero sigue devorándolo, sacándolo de vez en cuando de entre sus labios para lamer su glande.

A pesar de que fantaseaba con esto hace tiempo, nunca creí que me excitaría tanto verla dejarse llevar y disfrutarlo así. Luego de desechar inhibiciones heredadas de nuestra cultura de culpas y compartirla con otro hombre, vino el relajo y la confianza de saberla el único centro del deseo.

La beso mientras ella se acomoda en la cama y luego gatea ofreciéndonos su boca y su cola. Su boca sabe a espumante y a sexo. Ese sucio sabor me lleva a mayor erección, ya no quiero besarla: yo también quiero tener todo el miembro en su boca. Ella convertida en una cachorra que gime y suda hace que el placer sea el astro que viste a la noche, la luz.

6.19.2014

RIMBAUD


La motocicleta rugía en la oscuridad, su corazón se adentraba en los latidos de voces acalladas por la falta de luz. Pasabas como destello sobreviviente del frío.

Creo que ya era invierno.

"La tarde cae fiel a su ritmo taoísta" nos dijo antes de subir a la motocicleta y alejarse por la estrecha calle, abandonando el refugio cuando comenzaba la lluvia.

Creemos que ya no volverá.

3.10.2014

BLUE IN GREEN

Te dolía el mundo. Eso no constituía en ti una estética rebuscada ni tampoco algo así como una mirada compasiva de las cosas. Simplemente no soportabas la realidad y no te simpatizaba la gente, ningún tipo de gente. En cambio, te gustaba la clase de idiomas porque te permitía escapar de la conversación cotidiana y de su futilidad construida de realidad y transacción. Un buen café te conectaba con ese mundo. Las galletas de chocolate servían para olvidar que ese mundo no te gustaba.

Los últimos cinco mil pesos los ocupas en combustible para llegar a destino. La tibia noche ingresa directa y se apodera del viaje. A esta hora todo parece en calma: ya no hay rastros de la vorágine del día en la ciudad. Mientras comienza a tomar su forma disociada "Blue in Green" desde el reproductor, tomas un dulce de menta para refrescar la garganta seca por monólogo y tabaco.

Es extraña la ciudad a medianoche. Mientras camiones y operarios recogen los restos del día, el habitante corriente duerme o comienza a dormir. Crees viajar hacia un destino pero también intuyes que ya no será posible regresar. Sigues conduciendo, aumentas la velocidad en la misma medida en que la melodía incrementa su pulso. Te pierdes en la ruta mientras llueven estrellas y germina la oscuridad.

11.14.2013

DEJA VU

Nicolás hace su máximo esfuerzo. El brazo no responde y el contrabajo se desangra bajo sus pies. Hoy no hay posibilidad de contrapunto ni de jam, sólo los grises de sus demonios habitando y desnudando los márgenes de la realidad. Encontrar otra dosis de escape ya no le importa, tampoco es posible. Nicolás intuye posible búsqueda en otro cuerpo en otro tiempo, no sabe si pasado o futuro. El "Gitano" Nicolás huye otra vez del club, aunque sabe que nunca volvió, que eso fue sólo un espejismo, la resaca del no ser luego de habitar y desgastar impúdicamente el ser.
 

10.16.2013

EN TRÁNSITO

Sueño que durante la noche la carretera me absorbe y suspendido en el infinito y en la nada olvido mi nombre. Un par de veces luego de dormir en ruta he olvidado algunas señales básicas de quien soy. ¿Si el tránsito post-mortem existiera, recordaría el camino?
Creo que la clave está en no parar, en el sabor de la incertidumbre de destino. En tránsito somos pasajeros, no huérfanos, somos perfectos pasajeros del ser.
He sido testigo más de una vez, en medio de la noche avanzada, de la hora más oscura, de aquella que sólo interrumpe el amanecer, me he encontrado con él a un costado de la ruta, remendando su ser con sueños de lugares donde desapareces en ruta, donde olvidas tu nombre para ser parte del todo. Yo lo he visto relamiéndose las heridas al borde del camino con ese singular brillo de la noche apoderado de sus ojos y con la frase "asco del mundo" anotada en la bitácora imaginaria.
La noche se autodestruye mientras duermes. No lo sabes, pero nunca has podido cerrar los ojos, siempre has estado despierto. Hasta hoy. 
 

8.17.2012

SPLEEN CON JUGO DE ARÁNDANO

Yendo por un laberinto unívoco mientras escuchas a Iggy, notarás que a la orilla del camino Dios está muerto. Luego respirarás por primera vez, agotado de una larga jornada de redescubrimiento de tu memoria, de tu fruto desdibujado sobre la pared.
Seguramente serás visitado a medianoche –te preocuparás de dejar la puerta entreabierta-, pero ninguna brisa se colará entre los intersticios de tu mente bifurcada, ninguna señal logrará mostrarte siquiera un trozo de futuro.
Finalmente, como siempre beberás jugo de arándado con hielo mientras te acosan los ojos de aquel ser transparente que se desliza suavemente por la espalda de todas las cosas vacías, cosas que están hechas de ti mismo, de tu flujo infinito.

6.06.2012

ALICIA EN FEBRERO


Sentía la danza que provocaba el viento sobre el pasto y sobre los árboles que recordaban una infancia hecha de atardeces bucólicos repetidos uno tras otro como espejos reflejando el rastro de un bifurcado amanecer dibujado sobre el horizonte de la memoria.
Sentía el paso de titánicos seres que deambulaban ocultos por entre centenarios señores de madera, por entre monocromáticos hermanos vegetales que contenían un mundo entre sus cuerpos definidos desde las arcas del recuerdo como mástiles del infinito.
Sentía una brisa fresca a pesar del verano.
Sentía el Verbo, ahí.

4.15.2011

SEVEN STEPS TO HEAVEN

Retrasada, estás ya muy retrasada, lo estás porque en el fondo no te interesa compartir con los mismos de siempre, con sus diálogos superficiales, con sus monólogos grandilocuentes, por eso llegas tarde al compromiso.
 
Al entrar al salón ves que ya beben aperitivos y conversan sobre las presentaciones protocolares de la jornada, por eso te es más difícil integrarte, lo que haces silenciosamente acercándote a una colega, una mujer con la cual simpatizas. Mientras pruebas un bocadillo, reparas que cerca está aquel hombre que te llamó la atención una tarde reciente en que coincidieron en un pasillo. El es nuevo aquí, pero se mueve con gran soltura entre sus pares, ríe y conversa animadamente con otros asistentes. Sigues atenta a tu diálogo, pero de vez en cuando escuchas su voz entre muchas otras voces que se entrelazan como eslabones en una red. Averiguas su nombre gracias a Diana, tu acompañante que algo más sabe de él. Luego, una llamada al teléfono móvil de ella comunicando un problema con su hijo, hace que se deba retirar de inmediato y se interrumpa la conversación que mantenían.


Algo distraída estás cuando aquella voz que ya reconoces te dice: “No me imaginé que se juntarían casi todos acá hoy… ¿tu trabajas hace tiempo aquí?”, mientras su perfume queda al alcance de tu olfato respondes a su pregunta volviendo desde tu lapsus de distracción. La agradable conversación que comienza hace que olvides el desánimo original. Se trata de un hombre muy simpático. Su tono de voz y su sonrisa te agradan, y al tenerlo cerca, a tu alcance, lo encuentras aún más atractivo. Te gusta su compañía, sientes que podrías estar el resto de la noche escuchando sus comentarios asertivos, sus preguntas y respuestas provocadoras.

 
Los demás asistentes comienzan a marcharse, lo que también harás pronto, pues Fernando te espera en casa preocupado de tu regresar más tarde en esta ocasión. Le dices a tu nuevo colega que ya debes partir y él ofrece acompañarte al estacionamiento. Caminan sin prisa, paso a paso a lo largo del pasillo que conduce a la calle. “¡Otro día podríamos juntarnos a compartir un café!”, exclama mientras se acerca a ti para despedirse. Esperas un beso en la mejilla, pero él busca algo más: un profundo beso en la boca es el resultado de la búsqueda.

 
Te gusta como besa: lento y dulce tal como su tono de voz al hablar. En un pequeño papel le escribes tu email y teléfono para acordar en los siguientes días lo de la invitación a un café.


Manejas de regreso en medio de la noche que anuncia lluvia por medio de gotas que se deslizan contra gravedad a lo ancho del parabrisas de tu automóvil mientras en el reproductor el piano de Herbie Hancock prepara la entrada a la trompeta de Miles.

8.15.2010

THE BEAST


El brazo seguía inmóvil, hecho mierda por aquellos agujeros que se multiplicaban cada día. Bien poco me importaba haber robado con descaro los ahorros de Jim desde el clóset, ni haber golpeado a Susan por no darme todo el dinero. La bestia exigía más. Todo el maldito cuerpo ardía y el dolor me mataba cuando no alimentaba a la bestia. En la habitación ya no existían muebles, creo que los había vendido o simplemente habían quedado olvidados luego de algún cambio sin domicilio. Odiaba a mis vecinos, odiaba especialmente su mirada bondadosa, imaginaba que si ellos no equivocaban lo hacía yo, por tanto los prefería imbéciles y yo algo así como un iluminado en desgracia, esa era la mierda que me paseaba por la mente al cruzar la puerta luego de visitar a Susan o a Candy, a quienes debía proteger constantemente de la avidez de la bestia.
Mientras observo una pantalla, pienso en que mañana robaré el dinero que suele esconder y olvidar Jim, y amenazaré a Susan y Candy en dejar de protegerlas de la bestia en el caso que de que no me den lo suficiente. Creo que apostaré todo, eso mantendrá tranquila a la bestia un buen rato. Juro que mataré a Jim si vuelve a burlarse al ganar y a Candy si no logra arrebatarle todo a otros jugadores ebrios. Maldito vodka que me hizo arriesgar hasta perder como principiante, espero que Susan ya tenga suficiente, yo y la bestia lo necesitamos.
Ellas se besan para mi, satisfaciendo mi voyerismo. Suelo verlas hermanadas de manos y lenguas sobre la cama o el sofá, me gusta sentir sus gemidos como notas de música concreta, como paleta en las manos de un inspirado pintor expresionista. Mientras lo hacen, suelo retratar su intimidad y voy dejando que la huella de fotografías desveladas dibuje sobre el lecho entibiado por las dos hembras en celo como la cola de un cometa que me alcanzará mientras lo sigo. Me gusta observarlas mientras desde los microsurcos giran a treinta y tres revoluciones por minuto Bessie o Billie. Debo protegerlas, pues la bestia las aguarda en cualquier rincón de la casa. Lo sé aún cuando todavía no la he visto. He pasado noches enteras buscándola desde el último rincón del sótano hasta la cocina, decenas de veces haciendo el mismo recorrido, encendiendo cada una de las luces durante la noche y abriendo las cortinas durante el día. Se que teme a la luz, y en eso nos parecemos, por ello nuestra piel se aclara cada día, por eso nuestros ojos se enrojecen al amanecer, cuando los dolores vuelven y mataríamos por la oportunidad de salvarnos de este sórdido destino.
Mingus, Mingus, Mingus… maldito hijo de perra que suele adelantarse cada día más. Creo que ya no está aquí, creo que habita el futuro como Candy llora cada noche un pasado que no puede recordar al día siguiente.
Tratando de que la bestia no se apodere de mi, le he ofrecido a Susan, o al menos el rastro que de ella habita ese cuerpo poseído una y otra vez por los habitantes del lupanar. Candy llora sobre el cuerpo inanimado que ahora es Susan, mientras que yo sólo quiero que la bestia no habite más mis sentidos. Quiero liberarme de su ser y volver a mi yo, quiero un dealer y pincharme mientras que la Novena de Mahler suena una y otra vez.

7.02.2010

INDIE


¡La frase musical era perfecta! Sólo tenía que lograr que Jim dejara de pensar en putas y llegara medianamente sobrio para que terminara su improvisación justo antes de caer desplomado por ese esfuerzo que lo sacaría de su nihilista órbita, así yo podría partir dos notas más altas y -después de demostrar mis nuevos conocimientos armónicos- lanzarme de lleno a la bendita frase con la que me obsesionaba cada noche y que no me permitía dormir si no era con una fuerte dosis de somníferos. Los insomnes sabemos que sólo cuando se calla la calle llena de banales humanos que odiamos por igual, se puede alcanzar el detalle que de día escapa a nuestras posibilidades como lágrima desde el lagrimal de un ciego. En mi vieja libreta de bolsillo que siempre cargo escribo algo que me llega desde el recuerdo: “Entre mis sábanas habita tu aroma // como el amanecer habita cada día. // En mi respirar saboreo el beso // que te arrebaté una noche de fatal despedida”.


Hace frío. Mientras espero frente al club, observo a un perro que camina a saltos pues tiene una de sus patas traseras rota, y aún así, enfrenta a otro canino habitante de esquinas olvidadas que planea arrebatar su porción de restos y despojos que constituyen su diario sobrevivir. Esta imagen me hace recordar a aquellos "ejecutivos" vendedores de seguros que abordan a su presa en cualquier lugar y a la ramera que espera que Jim vuelva con dinero en busca de sexo y compañía. Vuelvo a pensar en la maldita frase, en que quizás deba hacer un último cambio: dejar sólo una nota más alta al comenzar. Creo que hoy será otro día más de espera fallida, que ni Jim ni el resto de la banda aparecerá. Ya varias jornadas que sucede lo mismo. Comienza a llover y me encamino de vuelta pensando en lo que nos dijo durante la jam session, la última vez que lo ví a él y a los demás: “Del aire al aire, un espacio de luz te inspirará. ¡Búscalo en ti! Ahora, no mañana”.

5.27.2010

STRAIGHT, NO CHASER

Thelonious bebe leche al amparo de la habitación que compartimos. Debe ser por aquello de “las siete vidas” que parece nunca tener prisa, siempre está como relamiendo el minuto anterior, taciturno, tranquilo, equilibrado, muy diferente a lo que siento yo en esta hora de cíclico ocaso. Debe ser por ello que nos llevamos bien. Uno a cada lado de la habitación, en cada extremo del continuo que se desconoce, pero que se intuye a cada momento, en cada gesticulación dual. Esta es una noche especialmente fría. Prometo mañana conseguir una estufa o a lo menos cortinas gruesas u otra frazada para el lecho que compartimos cada noche cuando el cansancio me aturde y olvido las ganas de escapar, de volver a refugiarme en el bosque nativo, entre líquenes y savia acumulada como lágrimas. Thelonious juega con una bola de papel hecha con la última cuenta del agua que llegó hace un par de meses, creo que todavía no intuye mi cuasi ausencia.
Sólo el día anterior es cierto, el mañana sólo es la madeja de lana con la que Thelonious juega esperando mi regreso como cuando espero un nuevo mes para sentir que me pierdo en el rojo fuído que me define. Soy la última kurda en París, soy una pasajera en tránsito en Barajas. Soy Tania y Anais tras cada poro deshidratado por la huella de lo que creí, de lo que amé, de quién creí cierto y amé. De regreso al bar, los demás ya no están y es más cómodo estar en la barra... Absolut doble, seco y directo a la copa, pido sin mediar palabra, sólo con un gesto descifrado perfectamente frente al cristal que me refleja. Esta noche comenzará “la vida siete”, es lo que presagia mi alter ego, mi yo felino.
Sólo el día anterior es cierto, el mañana sólo es la madeja de lana que bebo taciturna, tranquila, equilibrada, sola frente a la barra.

1.07.2010

PÓLVORA NEGRA

«Cuando tiren tu puerta ¿cómo vas a salir?
¿con las manos detrás de la cabeza o en el gatillo de tu pistola?»
The Clash

Todavía sigues pensando en la primera obra de teatro que viste, en la que te hizo descubrir el mundo de las tablas y que fue lo que definió tu vocación. Desde ese momento supiste que tomarías el rol de Edipo a pesar de saber de antemano que siempre terminará arrancándose los ojos al comprobar la exactitud del oráculo. Piensas en ello durante tu viaje en microbus por entre parajes urbanos de pobreza que de vez en cuando iluminas con un “cadenazo” que oscurece el alumbrado público pero enciende la imaginación, los sueños de los insomnes y derrotados.
Mientras escuchas "Guns of Brixton" en el reproductor recuperado desde una multitienda con nombre de caballo enano, bajas dos cuadras antes de la Escuela de Gendarmería, la academia de formación de carceleros, tu objetivo.
Azufre, carbón vegetal, salitre, nitrato de amonio y pólvora negra comprimidos dentro de un extintor te acompañan en la mochila. No portas identificación alguna, no por seguridad, sino porque sabes que “un verdadero ácrata no tiene identidad, su rostro se diluye en el de todos los marginados”, como sueles decirlo majaderamente cuando en tardes de verano interminable discutimos con una lata de cerveza bien fría en la mano.
Cuando caminas entre seres grises, que luego de dejar sus puestos de trabajo se dirigen a realizar el inverso de tu recorrido, y la noche cae sobre la ciudad, acomodas como siempre en el bolsillo de tu chaqueta de mezclilla el Smith and Wesson con una bala en su interior, por si algo falla. En la esquina te parece ver al viejo dealer de antaño, al que dejaste de recurrir cuando te uniste al movimiento.
Algo se siente en tu mochila: suena el reloj despertador, aquel que compraste hace dos días en la calle… suena su alarma cuando sólo pasos te separan del portal de la Escuela. No debió pasar eso, nunca debió haber sonado. Sientes el ruido que ensordece mientras miles de monedas de bajo valor vuelan por el aire.
Ves a Edipo arrodillado frente a su destino, a Prometeo encadenado al alcance de sus ávidos buitres.
Tu revólver cae al suelo y se dispara su huérfana bala como pájaro enjaulado que alcanza su libertad.

12.03.2009

THE CLINIC

Despiertas en la madrugada y junto con abandonar el lecho enciendes un cigarrillo mientras el aroma a café se apodera desde la cocina hasta el toilette. Tu clásico lugar de lectura se abre de par en par como improvisada biblioteca matinal: sobre una mesita un par de revistas, un libro de poesía donde anotas al margen números telefónicos que después olvidarás y -encima de todo- el infaltable pasquín semanal. Piñera y Kast en íntima pose en la contraportada mientras desde el equipo de música del pasillo escuchas el resumen de noticias de Radio Cooperativa. Al tener el semanario entre tus manos, recuerdas aquel lejano día de recital del Inti, cuando el dictador estaba recluido en Londres y llegó a tus manos el segundo número del iconoclasta pasquín. Añoras esos días de movilizaciones sociales mientras comienzas a hojear desde atrás, conducta generalmente atribuida a féminas. “Cartas al director” es la primera estación para la distraída lectura. Luego, miras con asombro que se terminó el papel higiénico y evalúas el mencionado medio como alternativa para suplirlo… pero primero deberás leer a lo menos un par de páginas más.

10.07.2009

LOST

Como cada noche desde hace una semana, estaba sentado frente a la barra, apoyado en la mesa más alejada de la luz para no llamar la atención de otros parroquianos, con una cerveza a medio beber, una cajetilla y un encendedor atento a la solicitud de un cigarrillo por parte de alguna de las chicas. Lou viste una blusa color blanco que deja adivinar el diseño de encajes de su corpiño, falda ceñida y tacones. Luego de saludarla, él le invita un trago para así quedarse a su lado, mientras otros solitarios hombres siguen llegando al lugar.
Es noche de invierno. La humedad se apodera de cada esquina de la ciudad y el frío es fiel acompañante de cada ser que deambula a esa hora bajo el influjo de una noche de sombras y juerga sobre aquella ciudad en ruinas por el reciente e inesperado bombardeo.
Hace mucho frío a pesar del improvisado sistema de calefacción. Guillaume sigue a Lou hacia la habitación donde un viejo catre de bronce les introduce al espacio de alquiler perdido en las antípodas del confort. Ella no habla de dinero pero él se apresura en dejarlo sutilmente sobre un pequeño escritorio. En silencio se desnudan, luego tendidos sobre la cama escuchan las primeras gotas de agua que anuncian la llegada de una copiosa lluvia. El sabe que ya ha perdido quince minutos de placer, pero esta noche no le importa. Una caravana de angustia y confusión se ha apoderado de aquel joven soldado desertor. 

"Me gustaría tener un tocadiscos y poder escuchar algo de Ida Cox o Bessie Smith durante estos días de encierro", comenta la joven como una manera de romper el silencio entre ambos. No logra respuesta alguna desde un taciturno Guillaume, cuya mirada se pierde en los pliegues del derruído papel tapiz de la habitación, mientras recuerda el "Te habría puesto desnuda a cuatro patas como una perra y te habría azotado mientras tu boca me bebía", escrito por él mismo en una carta durante su larga estadía en el frente de batalla.

8.12.2009

BORDELINE



«La mariposa no puede recordar que ha sido oruga
así como la oruga no puede adivinar que será mariposa
porque los extremos del mismo ser no se tocan.»
Enrique Lihn

El improvisado cigarro se había consumido rápidamente a pesar de la humedad, y ya comenzaba a arder peligrosamente cerca de la piel de sus dedos. No era la primera vez que transitaba solo por entre los oxidados rieles, pero esta vez sentía que no sabía hacia donde lo hacía, ni siquiera intuía si cada durmiente que dejaba atrás significaba escape o regreso. Por otra parte, la repentina neblina que se mezclaba con el vapor de su agitada respiración no le permitía saber si la noche avanzaba fiel a su ritmo taciturno o ya se aproximaba un nuevo amanecer. En el club -a pesar del fin cosmogónico- continuaba sonando "A nigth in Tunisia" desde el soplido potente y preciso de aquel menospreciado trompetista que solía payasear en un sabatino programa de televisión en tiempos de dictadura. Al caminar miraba el cielo: buscaba de vez en cuando las estrellas y, a pesar de haber extraviado su abrigo, no sentía frío o simplemente ya no le importaba como tampoco ya no le importaba ese "Borracho de mierda, ¡púdrete en el infierno!" salido de los labios de Claudia, luego de que le dijera "La vida es una bestia estúpida" a modo de autoreflexión y firme despedida.

7.28.2009

THE END

Recuerdo que mientras limpiábamos la pequeña cocina del departamento alquilado, discutíamos sobre quién de los tres había sido el que había dejado abierta la puerta del refrigerador. No sé por qué nos importó eso en ese momento, cuando prácticamente estaba vacío: sólo un par de latas de cerveza corriente, un trozo de pizza descompuesto y algo de hielo. Carlos -enajenado otra vez- tuvo la mala fortuna de bromear con la tragedia de Carla. Ella, luego de varios días sin dormir, paranoica y aterrada, tomó instintivamente el arma con ambas manos y apuntó firmemente hacia la cabeza de Carlos. “Maldito bastardo: en este momento te acabas, inmundo perdedor”, gritó con la mirada fija y una fría lágrima derramándose a lo largo de su mejilla.
Afuera había parado de llover y -como cada noche- la humedad habitaba implacable sus viscerales existencias.

11.01.2008

NIGTH OF WITCHES

Medianoche en la ciudad. Ella espera paciente en medio de la oscuridad de la habitación deshabitada. No tuvo problemas para ingresar al departamento, pues todavía tenía la copia de la llave que el nunca supo que había quedado en su poder. Sabía que en aquella última noche de Octubre regresaría tarde y sabía de donde vendría, siempre supo de aquella mujer con quién compartía diariamente y siempre sospechó algo más que amistad en aquella relación habitual.

Ya no habría más promesas ni mentiras, ya no habría una nueva oportunidad para fingir que todo estaba bien, ya no más engaño ni deslealtad. Esa noche, la suerte ya estaba descrita en el oráculo del destino, definida entre esas cuatro paredes. Andrés entró al departamento y antes de encender la luz, tropezó y resbaló al suelo producto de su ebriedad... Mientras tanto, ella observaba la escena con la frialdad y la concentración del cirujano al ingresar al quirófano.

8.08.2008

AFFAIRE

«No eres mío, aún así
algo tuyo me pertenece.»
Silvia Rodríguez


Todo su cuerpo temblaba. Cada porción de piel se estremecía ante las caricias de aquel desconocido que luego de presentarse tras una inesperada llamada desde un teléfono público, le arrancó en dos segundos un beso sin mediar palabra alguna, para luego descubrir la vulnerabilidad de su cuerpo casi adolescente y llegar a yacer desnudo junto a ella en aquel inocuo lecho de alquiler.

Nicolás disfrutaba susurrar obscenidades al oído de Verónica, palabras sucias y vulgaridades que en otro contexto la hubiesen molestado e incluso avergonzado, pero ahora eran parte de la locura compartida dentro de la pequeña pero acogedora habitación de hotel. De antemano ellos sabían que en un posible encuentro no habría promesas ni exigencias, pero que la pasión liberada en aquel lugar quedaría tatuada en sus cuerpos y los acompañaría incluso a la conquista de otros nuevos amantes.



La noche les pertenecía: eran cómplices, totalmente cómplices. En una mirada eran capaces de reflejarse en el otro como si se tratase de viejos amantes. Ya no eran los desconocidos de algunas horas atrás, pues ya conocían lo suficiente uno del otro: Verónica… Nicolás… sus nombres de pila para ser invocados mientras se amaban sin culpa, en libertad y pleno entendimiento.

Mientras una repentina lluvia cercenaba la quietud de la noche con una simétrica cadencia fluvial, Verónica era nuevamente poseída, ahora ya sin los temores de la primera vez. Ella sabía que su amante era todo un caballero, culto y sensible; pero también conocía su exacerbada perversión sexual, pues ya le había expuesto sin tapujos lo que fantaseaba hacer luego con ella. En el fondo, era justamente esta dicotomía de ángel y bestia, lo que más le atraía a ella de la personalidad de él. Nicolás por su parte, sentía que no podía dejar de desear la tibieza y blancura de la piel de su hermosa amante, de disfrutar cada gemido gutural rompiendo el silencio de la noche desbocada, de querer poseerla una y otra vez hasta desfallecer dentro de su pequeño cuerpo junto con la llegada del maldito amanecer que los separaría para siempre.

5.09.2008

BIZARRE LOVE

Mientras el bachiano bajo continuo acompaña desde el viejo tocadiscos, ella lo cabalga enloquecidamente sobre el clandestino lecho. El sudor de ambos cuerpos se mezcla. El la enviste cada vez más violentamente. Mariela toma el bisturí y se infiere un corte sobre la muñeca izquierda, invitando a Manuel a beber las primeras gotas condensadas que comienzan a emanar tímidamente mientras su lengua recorre lentamente el masculino cuello. Ambos sienten como el miembro se ensancha a medida que comparten un beso mezclado con la salinidad del derramado fluido vital. Ella toma de nuevo el instrumento quirúrgico, hiriendo el cuello de Manuel. La excitación y el fuerte alucinógeno compartido borra toda señal de dolor sobre aquellos cuerpos enloquecidos de bizarro placer.


Mariela succiona ávidamente ambas heridas -la suya y la de él- mientras un orgasmo tras otro estremece todas sus profundidades de loba en celo… Aplica un nuevo corte sobre el cuello de Manuel, pero ahora mucho más profundo. El siente dolor a pesar de la mezcla de droga y adrenalina. Mientras sus manos se ensangrentan, ella siente como se endurece más el miembro que la penetra. Recuerda a Miguel -su padrastro- y una lágrima atraviesa toda la longitud de su pálido rostro. Schubert y su “Winterreise” inundan sutilmente aquella habitación que ya no pertenece al mundo de la cordura sino a la travestida realidad de los huérfanos de la oscuridad. La litúrgica iniciación ha comenzado. Somos testigos de ello.
¿Quién llorará a los perdidos?